27 febrero 2006

Viaje al Caribe Paraguayo

Mañana parto hacia Asunción, a la presentación del libro La conspiración de los ginecólogos, de Jorge Kanese. Cristino Bogado, Monsterrat Álvarez & Cía., de Editorial Jakembo, ya compraron las cornetas y matracas, además de un camión cisterna de cerveza helada. Me cuentan que fue contratado DJ Cachacón, el rey de la cachaca-tecno-hard caribeña. La noche del 28 de febrero Asunción va a ser un espetáculo pa tirar cuetes. La cosa va estar caldeada, casi pra arreventar. Yo voy con mi look caribeño S XXI: bermuda colorá, musculosa amarela que en rojas letras tarantinianas reza KILL BUSH, chinelas verdes con capa de aire en las suelas y antiojos espejaus de 5,5". Me dijeron que en el caribe paraguayo no te piden visa, a lo sumo te coimean por ser argentino. Pero en argentina también te coimean por ser argentino. ("En el país de los ciegos todo cuesta un ojo de la cara.") Espero comer los chipás con formas variopintas, de hombres, peces, palomas, serpientes, ranas, etc. de que habla Montserrat.

26 febrero 2006

Spasiuk-Vasconcelos & Cia play Vila-Lobos


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24 febrero 2006

Rip (Karina Claudio)

"Se murió". Muelta. Moría. Molía. Amelcochá. Amoretá. Moretón violeta. Maquillá. Acomodá. Cinco pies de feretro. Explotá. "Explotó". Viscera adentro. "Se murió". Muelta. La muelte. La puta. Congelá. La puta. La muelte. Molteá. Hinchá. Tiesa. Muelte tiesa. Muelte puta. Muelte de rosario en mano. Muelte de camillas. Muelte de corre y corre. Muelte de aguacero de doctores. Muelte de asfixie en sangre. Asfixiá. Muelte de chocolate caliente. Muelte de pastelillos. Muelte de cafe prieto. Luto negro, esbelto. Puto luto de llorisqueos ajenos. Puto luto negro. El negro bembón. La bemba de la muerte entre mis bembas. Las bembas de la muelta amoretá. Negro esbelto. Sancochá. Enlutá. Acabá. Muel, muel, muel, muelta. La puta. La tapu, tapu, tapu, tapu ta muelte. Trajeá. Encasquetá. Encoroná de flores. Flores amelcochás en el aire. Denso aire. Muelte densa. Muelte húmeda. Muelte que se te mete pol la nariz. Cabrona. "Por todas las veces que te dije cabrona". "Por todas la veces que te aventé la madre" Mi madre. La puta. La muelte. Esa muelte. Aquella muelte de moretones cundíos; de palabras escasas. Aquella muelte maquillá. Aquella muelte de mocos moqueando mocos moqueando una muelte que moquea flores. Mocosa muelte. Apestosa muelte. Muelta de moltaja seca. Amoltajada en piel. La muelta. "Por todas las veces que te zumbé con la plancha y te grité hija e puta". La muelta. Hija de puta. Hija de la muelte. Hija de la muelta. Yo. Puta muelte. Yo. Y las veinte coronas de flores. Y el ataúd con la última cena en la esquina. Yo y la muelte y mi madre y las putas veces que nunca te dije que esto o aquello polque así somos la gente telca. Me cago en la madre. La madre muelte. Mi madre muelta. La puta muelte que me aventó la madre.

+ Karina Claudio

22 febrero 2006

Transculturación

Según Haroldo de Campos, la antropofagia oswaldiana "no supone una sumisión (una catequesis), sino una transculturación: aún mejor, una «transvaloración», una visión crítica de la historia como función negativa (en el sentido de Nietzsche), susceptible tanto de apropiación como de expropiación, desjerarquización, desconstrucción. Todo pasado que nos es «otro» merece ser negado. Vale decir: merece ser comido, devorado. Con esta especificación elucidatoria: el caníbal era un polemista (del griego pólemos=lucha, combate), pero también un «antologista»: sólo devoraba a los enemigos que consideraba valientes, para extraer de ellos la proteína y la médula necesarias para el robustecimiento y la renovación de sus propias fuerzas naturales..."* (En Todo Caliban, Roberto Fernández Retamar, Bogotá, 2005).

* Haroldo de Campos: «De la razón antropofágica. Diálogo y diferencia en la cultura brasileña», Vuelta, No. 68, junio de 1982, pp. 12-13.

Calibanismo

Uno de los logros más notables de la vanguardia latinoamericana, en consonancia con la escencia misma de la verdadera vanguardia nacida críticamente en Europa, fue su desafiante proclamación de los valores no occidentales en la América Latina. Es lo que hace Oswald de Andrade al lanzar, maduro ya el modernismo brasileño, su «Manifiesto antropófago» [...] en 1928. La Antropofagia brasileña proponía, dirá Antonio Candido, «la devoración de los valores europeos, que había que destruir para incorporarlos a nuestra realidad, como los indios caníbales devoraban a sus enemigos para incorporar la virtud de éstos a su propia carne». (En Todo Caliban, Roberto Fernández Retamar, Bogotá, 2005.)

18 febrero 2006

Conspiración de Jakembo en Asunción

Atención a la movida paraguaya. Aunque sea en submarino hay que llegar a Asunción y participar de esta conspiración contra la especie humana. Añaretãmeguá!!!!!!!

Este martes 28 de febrero, en el auditorio del Centro Cultural de la República "El Cabildo", sito en Avenida de la República y Chile, a las 20:o0 horas, Jakembo editores presentará el quinto volumen de su colección de poesía Theis Moira: La conspiración de los ginecólogos, del conocido escritor Jorge Kanese. Presentarán la obra Montserrat Álvarez y Cristino Bogado, quienes comentan en el prólogo: "Los tiempos finales se visten con la terrible alegría de la desesperación, con el paroxismo triste y jovial de la fiesta, en un éxtasis de misticismo y lujuria. ¿Finis Austriae? Tibio. ¿Apocalipsis feliz? Tibio aún. ¿Petrogrado (esa San Petersburgo eslavófila) antes de la revolución bolchevique? El predicador alucinado del burdel no es Rasputín, sino el Gordo. Lanzando insistentemente sus 'sopapos espirituales', como él los llama. Despertando a la revelación del comienzo del fin como un profeta o un iluminado, como un iracundo starec con un burdel como ermita o como PC proselitista para perifonear sus verdades". Jakembo editores, novísimo sello "independiente, akãhatã y noisy", inició sus actividades en diciembre de 2004 y ahora se complace en materializar este "singular tour de force joyceano del yopará más procaz y delirantemente diglósico". Jorge Kanese, el mítico autor de Paloma blanca, paloma negra, libro que tanto inquietara al ancien régime stronista, ha publicado, entre otros títulos, Kantos del Akantilado (Editorial Alcándara, 1987), Alegrías del purgatorio (Editorial Arte Nuevo, 1989), Indios-go-home (Editorial El Augur, 1994), pero desde mediados de los 90 su obra circula exclusivamente en ámbitos particulares mediante las impresiones caseras de su sello artesanal Ediciones De-Entrecasa, siendo éste su primer lanzamiento "público" después de diez años. La entrada es libre y gratuita y la invitación se extiende cordialmente a todos los interesados.
Échenle una mirada a:
http://kurupi.blogspot.com

17 febrero 2006

Los callos de Villa-Lobos y el modernismo

La última jornada de la Semana de Arte Moderna, que en febrero de 1922 inauguró el modernismo brasileño, estuvo dedicada a la música y contó con la participación de Heitor Villa-Lobos. El maestro hizo su presentación vistiendo traje y chinelas, a lo que el público reaccionó de forma virulenta. La silbatina fue enorme y a voz en cuello se lo acusó de cometer "futurismo". Luego de interpretar sus magníficas danzas africanas, el músico se disculpó y explicó que no se trataba de futurismo sino de unos dolorosos callos en el pie.

16 febrero 2006

Hans Staden, las ranas y el modernismo

En otro párrafo de su libro, Raúl Bopp cuenta que cuando Oswald de Andrade vio al mozo acercarse con una bandeja de suculentas ranas exclamó “Lá vem nossa comida pulando!”. En esa expresión Oswald citaba a Hans Staden, el legendario viajero alemán que, tras naufragar en costas del litoral brasileño, cayera en manos de indios tupinambás, en 1554. Staden permaneció nueve meses en cuativerio, y al ser liberado escribió una de las primeras narraciones de viajes por tierras del sur. En el libro “La verdadera historia de los salvajes desnudos y feroces devoradores de hombres”, Staden cuenta que si bien los indios no llegaron a comerlo, lo sometieron repetidamente al suplicio de recorrer una choza con las piernas amarradas. Mientras el pobre Staden se esforzaba para no caer, los indios gozaban con la escena exclamando entre carcajadas “La vem nossa comida pulando!”. La US Army es un tanto más sofisticada.

15 febrero 2006

Las ranas y el modernismo


Hoy leí una anécdota deliciosa sobre el génesis de dos obras fundamentales del modernismo brasileño. En el libro Movimentos modernistas no Brasil: 1922-1928, Raul Bopp, uno de los integrantes de la troupe antropofágica, cuenta que una noche Tarsila do Amaral y Oswald de Andrade llevaron a cenar a un grupo de amigos a un restaurante cuya especialidad eran las ranas. Una vez servidos, Oswald se paró e hizo un elogio de la rana: aplicando una teoría de la evolución de las especies, con numerosas citas a autores imaginarios (“los huevistas holandeses, la teoría de los ´homúnculos´, los espermatisistas, etc.”), probó que “la línea de evolución biológica del hombre, en su larga fase preantropoide, pasaba por la rana”. A lo que Tarsila agregó: “Resumiendo, significa que teóricamente, deglutiendo ranas, somos unos... casi antropófagos”. Esa misma noche Oswald lanzaba la célebre frase tupí o not tupí, that is the question. Días después Tarsila presentaba al grupo su cuadro Abaporu (del tupí-guaraní aba: hombre, poru: que come) y Oswald proponía “desencadenar un movimiento de reacción genuinamente brasileño”. Para ello redactaba su célebre Manifiesto Antropófago.

14 febrero 2006

Carta al autor del blog Malasya (supuestamente el escritor chileno Julio Carrasco)

¿Julio Carrasco? (no sé si ese es el autor del excelente blog de la Malasya): soy Marcelo Silva, un escritor argentino que cree haberse cruzado con el escritor chileno Julio Carrasco una noche de no me acuerdo que año en Santiago, en una festichola en casa de la Paz María Aburto. Y digo creo, porque a esta altura no me atrevo a afirmar nada sobre el escritor chileno Julio Carrasco. Es que, no sé si por causa del alcohol, el porro o que putas, ya me encontré en situaciones hiláricas (para los otros) y vergonzantes (para mí) por causa de este nombre.

Para que tengas una idea, che vos, Julio Carrasco, o quién diablos sea el malayo que lea esta carta, hace no me acuerdo cuanto tiempo estaba yo en un sucio antro de Buenos Aires, de esos hoyos húmedos en que poetas pululan como chinches, cuando llamaron a leer a un poeta chileno de apellido Carrasco, cuyo nombre ahora también se me escapa. Ahí nomás se me hizo una emoción en las tripas pensando que se trataba del tal Julio Carrasco (cuyo nombre tampoco recordaba), y ni bien terminó su lectura me le fui al humo pa ver si se acordaba de mí, de aquella noche en la casa de la Papo Aburto, de esto y lo otro. (Ni que el Julio Carrasco fuera Maradona, ¡chasumadre!.) Entonces el poeta Carrasco me dice --Ah sí, algo me acuerdo. ¿Pero qué? habíamos fumado esa noche, ¿no es cierto? --Sí, sí, habíamos fu-fu-fu-fumamado, y me-me di-didiste tu-tu libbbbbro, le dije, tartamudeando de la emoción. A lo que el Carrasco respondió --Ah, que bueno volver a verte. Y ahora me voy porque necesito dormir. --Bueno, chau... ¿hasta cuando te quedás por acá? --No, estoy viviendo acá, huevón. --Ah, bueno, tonces nos cruzamos en otro momento, le dije. De ahí me fui a mi casa y rebusqué en mi biblioteca el atesorado libro del escritor Carrasco, hasta que encontré El Libro de los Tiburones y me lo releí de pé a pá, tratando de conciliar la imagen del autor con la del poeta del hoyo fétido de Av. Corrientes. No way.

Otro día me lo encuentro al poeta chileno de apellido Carrasco en el Centro Cultural Rojas. Lo saludo, me saluda, y sin darme por vencido le largo una parrafada: --Ah, che, leí de nuevo tu libro. Me pareció fantástico y bla bla bla, todas esas boludeces que uno le dice a un autor para expresarle interés por su trabajo. Todo a lo que el Carrasco sonreía como una piedra fría, sin ocultar cierta sorna, o hasta algún desprecio hacia mi dubitativo abordaje crítico. Hasta que me ensarté hasta las muelas cuando le dije que me había encantado el título: El Libro de los Tiburones. Ahí el otro Carrasco me dijo: --¡Pero ese es el Julio Carrasco! y se entró a reír como un poseso, mientras yo lo miraba medio desconcertado e incrédulo. Después se ve que el poeta Carrasco quizo asegurar el KO y me dijo --Pero no, huevón, ¿como te pudiste confundir? el Julio es alto y rubio, tiene el pelo largo y es mucho más feo que yo, aunque es mi hermano. A lo que yo, medio desahuseado, como queriendo congratularme al menos por el parentesco y así no parecer tan pelotudo, le dije --Ah, pero entonces es tu hermano. Y juajuajuajuajaujua, se reía más y más el chasumadre poeta de apellido Carrasco.

Después de llorar de risa, el poeta Carrasco me invitó a su depto a tomar unos piscos o ni me acuerdo el nombre del trago. Yo, totalmente abatido, tratando de evaluar los daños cerebrales causados por la mala vida, y avergonzado por ser tan pelotudo, preferí retirarme poniendo por excusa una supuesta reunión con un editor inexistente.

De ahí en más nunca pude sostener un diálogo con el poeta Carrasco (cuyo nombre si mal no recuerdo es Germán), pues siempre me obnubiló esa estúpida confusión de Carrascos. Ahora, sea Julio Carrasco o Germán Carrasco, fulano Carrasco o ningún Carrasco el que lea esta historia, los felicito por el excelente blog Malasya, y por favor salúdenmelos al Julio y al Germán. Díganles que siempre los olvido y que les deseo que dios los tenga en la santa putísima gloria.

Silva el memorioso

07 febrero 2006

Luna Guerra: memorias de una heroína (Laura Yasán)

Nada celebro tanto como un libro original donde el poeta desafía el formato conocido, las fórmulas seguras, y se atreve a más. Fue así que Luna Guerra me atrapó desde el título: una promesa de alianza entre lo romántico y lo bélico, entre lo inasible y lo material.

Dedicado “a la mujer maravilla”, un personaje nacido en plena decadencia de los super héroes --pavada de heroína, maravilla de mujer, la representante mas bizarra de la fantasía americana--, este libro hace eje en un yo poético femenino encarnado en la poesía de un hombre.

De múltiples registros, el poemario es a la vez un libro de viaje, un manual de aventuras, un comic, un diario íntimo, una comparsa de carnaval, un culto a la música popular, y relata historias desopilantes en un registro coloquial con una gran dosis de humor.

Desde lo conceptual, este segundo libro de Marcelo Silva, nacido en la provincia de Corrientes en 1973, trabaja un collage histórico, geográfico, genérico y estético, donde abundan las marcas de la modernidad sobre cierta nostalgia de un pasado próximo que en apariencia se hizo añicos contra una realidad que será cuestionada por el personaje, provocada, y al final perdonada y asumida como propia.

La cita que abre el libro hace alusión a un llamado telefónico: alguien busca a Luna Guerra y equivoca el número. Mientras tanto Luna Guerra huye y se pierde de sí, se pierde y huye de sí, irremediablemente y sin solución de continuidad “…estoy perdida en algún punto del Sahara/ y aquí la noche es una peste negra que me hace temblar”; “Hace años que corro sin parar, buscando quién sabe qué. / Pero sepan que tampoco me importa saber. / Sería aburrido saber.

Son intensas y repetidas las referencias a la velocidad. En esta huida, la velocidad es casi una materia, casi un vehículo. La consigna es moverse, cruzar fronteras, atravesar el mundo:“Necesito un tren, una piedra, un balazo, un corazón,/ cualquier cosa que detenga mi caída hacia la nada.”; “Deseaba deshacerme en un tren bala, a 2000 por hora,/ desintegrarme a la velocidad de la luz. Pero no.”.

Luna Guerra encarna símbolos de muchos órdenes. El que salta a la vista es la poesía misma, la poesía como una mujer de armas tomar, una suerte de amazona corrida de lugar, tratando de llegar a tiempo a su propio futuro. En esta búsqueda enloquecida (la búsqueda del poema como la búsqueda de sí misma: “Busqué y busqué en la arena, pero nada. De poesía, nada.”), recorre el mundo dejando a su paso huellas de un tenor sin precedentes.

Su diario comienza en Barcelona, de allí salta al desierto del Sahara, pasa por Nueva York, por el Río Amazonas, por Lima, por Santiago y por lugares algo más imprecisos como el espacio sideral . Un viaje reciente, que el poeta ubica entre el 2000 y el 2004, y que culmina en Buenos Aires, donde finalmente el personaje parece encontrar su lugar en el mundo.

Los sueños de Luna Guerra hacen anclaje en la desmesura. Su deseo es llegar a la Antártida a pie, a lomo de burro, o cruzar Sudamérica en una bicicleta rosa con espejitos en las ruedas, o estrellarse en el Sahara, luego de planear como un ángel en caída libre dentro de una avioneta.

Los personajes y las temáticas son un capítulo aparte. Un burro llamado Dios, un gato llamado Sandokán, un loro que recita a Verlaine, irrumpen, como en una comedia de equívocos, en el movedizo universo del Luna Guerra.

También en el sentido del collage, Silva arma sus libros con muchas voces. Un verso irónico en el primer poema anuncia: “Busco lo inédito Sras. y Sres., lo que jamás brilló bajo el sol”, y digo irónico porque él construye sobre sus propias lecturas. Citas, homenajes, versos, letras de canciones circulan con sus correspondientes autores encorchetados como referencia, apropiándose así de las voces que admira, pero creando un recurso de estilo como respuesta inteligente a ciertas críticas que recibió Diario de un argentino, su primer libro, en donde las citas se mezclan en los poemas a tal punto que forman parte de ellos.

Como en el comic, también es muy fuerte la presencia de onomatopeyas: “lo único que se oía era un fffffffff-fffffffff, que es el sonido de la inercia absoluta (o casi absoluta)...”; “Cuando oí su voz la máquina me hizo puparapupúm...”; “un pájaro negro, verdaderamente enorme y negro, que chillaba: cuarc-cuarc...”, que a su vez le dan al texto una frescura y una plasticidad fuera de lo común.

Como dije antes, hay muchas maneras de entrar a este libro; la que más me conmueve hace equilibro entre la desesperación y la extrema felicidad, otros matices del discurso que cierra el viaje en la cita final de Fernando Pessoa: "El corazón, si pudiese pensar, pararía." Puedo imaginar a Luna Guerra recitar ese verso en un barco carguero, en el carromato de un circo o descabezando cornalitos en su bañera blanca.

[Laura Yasan]
Buenos Aires, 2006

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