El girasol de Luna Guerra
Cultivé un jardín en la terraza de mi casa. Lo primero que sembré fue un girasol. Al principio dio una flor hermosa, pero al cabo de un año la planta empezó a marchitarse. El I Ching me dijo que todo lo que da luz depende de lo que lo rodea para continuar brillando, y entonces entendí que debía ocuparme para que mi girasol no sucumbiera. Allí comenzó la tarea más ardua de mi vida. Planté otras especies a su lado: violetas, cretonas, malvones, amantia muscaria y una frondosa pasionaria. Aboné muy bien la tierra y regué con cariño tres veces al día. No hubo caso. Mi girasol desmejoraba y desmejoraba. Temía moverlo, por eso mudé mi casa a la terraza. Cocinaba al lado de la planta maltrecha, me bañaba con la regadera, por la noche le escribía poemitas y la arrullaba con canciones de cuna. Un día de esos el tallo empezó a erguirse y la florcita hasta pareció feliz. Pero enseguida hizo trac-trac, como si se quebrara, y decayó nuevamente. ¡Qué tristeza! Al día siguiente decidí hacer un último esfuerzo y mudar el mundo a mi terraza. Comencé de a poco. Primero traje el Océano Pacífico y los sobrevivientes de la raza de los Arpedres, con sus bellos tatuajes. Luego subí por la escalera el desierto de Nazca con sus dibujitos, y allí planté el jardín botánico de la isla de Phobos. Lo último que pude traer fue una selva de la que salió mi desdicha: un pájaro negro, verdaderamente enorme y negro que chillaba cuarc-cuarc, y que antes de que pudiera pegarle un tiro se comió a mi girasol, de una vez por todas.
Lima, 2002
3 Comments:
Mudar el mundo a la terraza, una idea inmejorable, con el Pacífico bañándote los pies y una escopeta a mano de hamaca para espantar los pájaros negros. Saludos Marcelo.
eso es homero! mudar el mundo y quemarle plomo a los escuros pajarracos... saludos para la dominican republic
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